Saludos, compañeros del BAZ Traitlon Cierzo. La prueba se inició correctamente, barco al frente y canoas alrededor del grupo, de vez en cuando la organización paraba a los que iban en cabeza cuando se separaba demasiado el grupo. Se empezó a un ritmo cómodo para mi, pero no para los más lentos. Llegamos al primer avituallamiento a la hora 40 min, cansado pero lo normal, me tomo un gel y bebida isotónica. Seguimos nadando y el mar se empieza a animar, el oleaje empieza a molestar, pero digo bueno este oleaje ya me tocó en Sitges la semana pasada tranquilo. El oleaje no hace sino ir a más y por todos los lados, mayoritariamente de costado. La siguiente parada se hace a la hora y poco después de la anterior. Me como medio plátano y bebo isotónica.
A partir de las tres horas ya se empieza a notar mucho el cansancio. Rodeamos la isla de Lobos, las olas además nos rompen encima mientras vamos nadando. Desde ese momento, el grupo se fragmenta, la cabeza empieza a pasarte malas jugadas, se me empiezan a contraer los músculos de los brazos, las olas ya no te dejaban ver a los demás que estaban a unos metros del grupo en el que ibas nadando, menos mal que el barco velero que iba delante se veía bastante bien. Antes de llegar al último avituallamiento, iba ya realmente jodido, física y psicológicamente, se me pasó varias veces por la cabeza abandonar pero como no me costaba arrastrarme con el grupo en el que iba, por orgullo seguía.
Llegamos al último avituallamiento en torno a las 4 horas de nado, superjodido, sólo me bebo un botellín de sales porque no quería comer nada no fuera a ser que me sentase mal. Estábamos agarrados a la lancha bebiendo y el arratre del oleaje nos metía unos latigazos en los brazos bastante majos. Dan la salida porque había gente ya esperando para salir pitando cuando algunos todavía estaban en las barcas tomando algo. Se vuelve a fragmentar el grupo, y me quedo con un hombre de gorro verde y una fémina. El grupo se estira demasiado, la organización ya no iba a parar para agrupar porque ese tramo era de “nado libre”, pero nos quedamos yo y mis compañeros solos sin ninguna canoa acompañándonos, soló se veía un poco el mástil del velero guía. Yo estaba flipando, en el tramo que vas más jodido, te dejan solo, divisando la costa de Fuerteventura pero sin saber donde tenías que ir, el oleaje te da desde la izquierda alejándote de la llegada y no veía ninguna embarcación en por lo menos 1000 metros a la redonda. En una de estas, me pegué un trago de agua porque había cierto oleaje de cara, me dieron unas arcadas que me tuve que parar porque me ahogaban, hasta que los jugos gástricos me subieron a la boca y por el sabor dulzón de la bebida isotónica me recompuse. Perdí unos metros con mis compañeros pero los recupere sin mucho problema. Cuando estábamos muy próximos a la costa se nos acercó una lancha y yo reventé porque iba muy cabreado y le grité al paisano de lancha: PERO ESTO QUÉ COÑO ES, nos habíamos pegado en torno a una hora solos en medio del mar. Divisamos ya por fin casas en la costa pero estábamos muy hacia la derecha de la llegada, a la altura de unos molinos de viento, así que estuvimos nadando hasta el espigón del puerto con el oleaje de cara para rematar la faena. Cuando llegamos al espigón nos para la organización porque iban a entar y salir dos barcos de la ruta Lanzarote – Fuerteventura. Descansamos unos cinco minutos o algo así porque no estaba ni para mirar el reloj. Y seguimos, rodeamos el espigón y entramos ya en la recta final con unas ganas terribles de acabar y pisar tierra.
En resumen, muy contento por haber terminado porque creía que no iba a hacerlo y porque peor no lo había pasado en mi vida.
A partir de las tres horas ya se empieza a notar mucho el cansancio. Rodeamos la isla de Lobos, las olas además nos rompen encima mientras vamos nadando. Desde ese momento, el grupo se fragmenta, la cabeza empieza a pasarte malas jugadas, se me empiezan a contraer los músculos de los brazos, las olas ya no te dejaban ver a los demás que estaban a unos metros del grupo en el que ibas nadando, menos mal que el barco velero que iba delante se veía bastante bien. Antes de llegar al último avituallamiento, iba ya realmente jodido, física y psicológicamente, se me pasó varias veces por la cabeza abandonar pero como no me costaba arrastrarme con el grupo en el que iba, por orgullo seguía.
Llegamos al último avituallamiento en torno a las 4 horas de nado, superjodido, sólo me bebo un botellín de sales porque no quería comer nada no fuera a ser que me sentase mal. Estábamos agarrados a la lancha bebiendo y el arratre del oleaje nos metía unos latigazos en los brazos bastante majos. Dan la salida porque había gente ya esperando para salir pitando cuando algunos todavía estaban en las barcas tomando algo. Se vuelve a fragmentar el grupo, y me quedo con un hombre de gorro verde y una fémina. El grupo se estira demasiado, la organización ya no iba a parar para agrupar porque ese tramo era de “nado libre”, pero nos quedamos yo y mis compañeros solos sin ninguna canoa acompañándonos, soló se veía un poco el mástil del velero guía. Yo estaba flipando, en el tramo que vas más jodido, te dejan solo, divisando la costa de Fuerteventura pero sin saber donde tenías que ir, el oleaje te da desde la izquierda alejándote de la llegada y no veía ninguna embarcación en por lo menos 1000 metros a la redonda. En una de estas, me pegué un trago de agua porque había cierto oleaje de cara, me dieron unas arcadas que me tuve que parar porque me ahogaban, hasta que los jugos gástricos me subieron a la boca y por el sabor dulzón de la bebida isotónica me recompuse. Perdí unos metros con mis compañeros pero los recupere sin mucho problema. Cuando estábamos muy próximos a la costa se nos acercó una lancha y yo reventé porque iba muy cabreado y le grité al paisano de lancha: PERO ESTO QUÉ COÑO ES, nos habíamos pegado en torno a una hora solos en medio del mar. Divisamos ya por fin casas en la costa pero estábamos muy hacia la derecha de la llegada, a la altura de unos molinos de viento, así que estuvimos nadando hasta el espigón del puerto con el oleaje de cara para rematar la faena. Cuando llegamos al espigón nos para la organización porque iban a entar y salir dos barcos de la ruta Lanzarote – Fuerteventura. Descansamos unos cinco minutos o algo así porque no estaba ni para mirar el reloj. Y seguimos, rodeamos el espigón y entramos ya en la recta final con unas ganas terribles de acabar y pisar tierra.
En resumen, muy contento por haber terminado porque creía que no iba a hacerlo y porque peor no lo había pasado en mi vida.
Fdo: Miguel Ángel Sentre
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